Ayer tocó madrugar:
nuestro destino estaba en la provincia
de Córdoba. La jornada empezaba bien: estrenábamos un cómodo y moderno autobús.
Nos desplazamos hasta Hornachuelos. Este municipio
está ubicado en la parte occidental de la provincia de Córdoba, sobre una de
las muchas montañas de la Sierra de Hornachuelos, en el Parque Natural de la
Sierra de Hornachuelos, que forma parte
del macizo de Sierra Morena.
En el camino, disfrutamos
de un maravilloso amanecer
y observamos las tierras rebosantes de aguas de las
recientes lluvias, que allí, al parecer, han sido más abundantes.
Antes de llegar a
Hornachuelos, hicimos una parada para desayunar en el entorno del cercano
municipio de La Carlota.
Así, aproximadamente a las
once de la mañana, comenzamos nuestro recorrido por el Sendero de los Ángeles. Este
sendero, también conocido como el de las siete revueltas, transcurre
paralelo a la margen derecha del río Bembézar. Fue utilizado por los monjes que
habitaron el monasterio de los Ángeles. Se trata de un interesante sendero
rehabilitado por vecinos del pueblo y convertido en un sendero botánico, que
tiene una longitud de 4,3 km de ida.
Siguiendo a nuestro guía,
Paco, comenzamos el recorrido con un pronunciado descenso, dificultoso por lo
resbaladizo del terreno.
Pronto accedimos al inicio del sendero, que transcurre
paralelo al pantano de Hornachuelos, en el que apreciamos gran cantidad de
agua. El camino es prácticamente llano, con alguna leve ondulación, y muy cómodo. Nos acompañó un magnífico día, más propio del mes de abril que de enero, un cielo limpio y azul y un sol radiante.
En el recorrido,
atravesamos varios accidentes geográficos como el arroyo Rabilarga, el barranco
del infierno, el arroyo del silencio,
galapagar, el poyato y la cañada del
silencio. En este sendero, en ocasiones se pueden observar distintas aves como
la cigüeña negra, cormoranes, buitres leonados.
Sobre la vegetación,
exuberante, pudimos aprender mucho gracias a la ayuda del Sr. Curro Mesa,
natural y vecino de Hornachuelos, y gran conocedor de la sierra, su flora y su
fauna. Nos cruzamos con él, casualmente, y nos habló de cómo los vecinos habían
construido el sendero y, con gran
entusiasmo, nos comentó las características de las diferentes plantas que
teníamos ante nosotros (cantueso, lentisco, acebuche,
romero, algarrobo, encina, aligustre, matagallos y jara), así como los usos de
algunas de ellas, como el proceso de fabricación del aceite y el alcohol de
romero.
Nos indicó, también, que
él ha sido una de las personas que participó en la rehabilitación del sendero.
Desde aquí, le agradecemos su amabilidad y su colaboración.
Tras alguna breve parada para tomar un poco de fruta o beber agua, divisamos allá casi en la cima, el Monasterio de los Ángeles.
Durante todo el recorrido,
fuimos encontrando otros grupos de caminantes que iban o regresaban por el
sendero.
Y así llegamos hasta la
Fuente de los Tres Caños, término del sendero. Los tres Caños simbolizan la salud,
la suerte y el amor. Cada miembro del
grupo bebió del caño que más respondía a sus necesidades… o de los tres, por si
acaso.
Algunos componentes del
club, continuamos la ruta para subir al Monasterio. En el ascenso, que presentó
un importante desnivel, pasamos junto a una gran cruz erigida en monumento.
Continuando
la subida, llegamos al Monasterio. Según se leía en una de sus paredes, se
trata del Seminario Diocesano Santa María de los Ángeles. Actualmente, se
encuentra cerrado y, lamentablemente, en ruinas.
Desde esa altura, pudimos
disfrutar de unas espectaculares vistas sobre el río y el embalse.
Una vez visitado el
entorno del Monasterio, emprendimos el camino de regreso por el mismo sendero,
hasta alcanzar al resto del grupo que estaban muy cerca ya del punto de
partida. El recorrido, con la subida al Monasterio, fue de casi diez kilómetros.
De nuevo en el autobús,
volvimos al restaurante donde habíamos desayunado para reponer fuerzas con un
sabroso almuerzo.
Y tuvimos ocasión de ver los animales de la pequeña "granja" de que disponen en el exterior del recinto.
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